lunes, 28 de noviembre de 2011

Malditas vestiduras

Buenos Aires. Últimos días de Noviembre. Temperaturas altas se adueñan de las calles. Basta con estar algunos minutos sin una eficaz defensa ante el calor (llamesé aire acondicionado, ventilador, etcétera) para que la ropa se convierta en una insoportable compañía para nuestra piel. En este contexto, decidí rever Un Perro Andaluz, de Luis Buñuel y Salvador Dalí.

La confluencia de dos sueños fue el motivo original de uno de los cortometrajes más relevantes de la historia del cine. Mientras en el subconsciente de Buñuel una nube tapa la luna al tiempo que una navaja rebana el ojo de una mujer, ocho años después Dalí deposita hormigas en la mano derecha de un ciclista reanimado de una amable mujer. Así, el surrealismo se plasma de manera categórica a través de relaciones asociativas en las que los deseos y las necesidades que salen de nuestras entrañas (significados por el sexo en este caso) se ven reprimidas por las tres grandes cargas que le impone la sociedad occidental al hombre común de la época (el film data de 1929): la iglesia, el ejército y el estado. Tras semejante declaración de principios, no resulta raro que sea la mano derecha la que Buñuel y Dalí hayan decidido habitar de molestos insectos. Malditas vestiduras.