viernes, 22 de abril de 2011

Home sweet home

Gustavo vagaba perdido, en algún lugar recóndito del mundo. Bajo la noche oscura y tras una extensa jornada, sus aspiraciones no eran mucho más que algo de comer y un refugio para descansar.
De repente, se encontró con el paisaje nocturno más hermoso que vería en su vida. Dos pequeños faroles celestes iluminaban una delicada y generosa alfombra blanca. La caminata de Gustavo por la senda fue lenta y placentera. Sus pies y su psiquis sentían no tocar el suelo.
De esta manera, llegó a la puerta de una casa negra pero con detalles de pintura que simulaban distintas formas de la naturaleza. No tardó en darse cuenta de que la casa se encontraba inhabitada y con un destornillador se dedicó a falsear la cerradura para ingresar. El procedimiento se extendió por minutos, horas, días, semanas, meses, años…
Finalmente, Gustavo logró ingresar a la casa, cuyo interior combinaba muchas partes negras y algunos detalles en color piel. La casa tenía una sola habitación, pintada en su totalidad en un delicado tono rosa. Se notaba a simple vista la resequedad en todas las paredes de la casa.
Gustavo, extenuado, pareció olvidar el hambre y la sed y se tiró a descansar en la habitación. En los días subsiguientes, se dedicó a pintar la vivienda, pero respetando los colores con los que él se encontró. Estaba claro que ya no pensaba irse de su nuevo hogar.

lunes, 18 de abril de 2011

Cadena asociativa dudosa

La solidaridad es el maquillaje de los intereses del establishment. La Iglesia es parte del establishment. La religión es el paradigma que defiende los intereses de la Iglesia. Las personas que menos creen en su propia cosmovisión son más susceptibles de caer en este paradigma. Las dudas aumentan la susceptibilidad. Las dudas sobre los criterios que rigen el accionar propio dan lugar al maquillaje.

viernes, 8 de abril de 2011

Imperfectamente Perfecta

Viernes. Cinco de la tarde. El plan no era el de todos los viernes. Pero tampoco era algo a lo que Gustavo no estaba acostumbrado.
A las siete se encontró con un amigo en la estación. Tren y subte hasta algún estadio cerrado de la capital. Es un detalle insignificante si tocaba Calle 13 o Divididos. A Gustavo y Alejandro (el amigo de Gustavo) lo que les importaba es transpirar la remerita por dos horas y en una de esas encontrar con quién seguir la noche.
El primer objetivo es cumplido con creces. El segundo, ni por asomo.
El recital termina pasadas las doce de la noche. No hay subtes ni trenes, por lo que un viaje de dos colectivos y más de una hora los espera. Para colmo de males, la espera del primer bondi es de media hora debajo de una intensa lluvia.
Una y algo bajan del primer colectivo. Se dirigen a la parada del colectivo que los dejará en su casa, pero un conocido local de comidas rápidas en la vereda de enfrente es demasiada tentación para sus estómagos. Una vez en el local, piden hamburguesas, papas fritas y gaseosas.
Mientras comen y bañan las papas fritas con mayonesa, Gustavo y Alejandro comentan vicisitudes del recital. A todo esto, el reloj ya marcaba las dos de la mañana y a través de la pared vidriada del local Gus y Ale divisaban más de una silueta interesante. A la tentación de las siluetas se suma la poca frecuencia del transporte público en estos horarios (y los pocos deseos de ambos de dejar parte de su efectivo en la caja de una remisería).
De esta manera, la idea de ir a tomar el colectivo se torna inviable y los muchachos caminan unas pocas cuadras hacia una zona llena de bares. Se meten en uno de ellos y sin perder tiempo, piden la primera cerveza de litro. La primera cerveza fueron dos, tres, etcétera. A partir de este momento, la claridad de nuestro relato es inversamente proporcional a las cervezas que tomaron nuestros protagonistas.
En algún momento de la noche, en la misma que ocupaban Gus y Ale aparecen dos chicas. Empiezan preguntándose cosas del estilo “¿Venís seguido a este bar?”. Con el correr de los minutos y las cervezas, el asunto se pone más interesante.
Gustavo, Alejandro, Belén y Daiana (las chicas) deciden irse del bar y se van a una disco que estaba a unas pocas cuadras. Una vez dentro de la disco, se acercan a la barra y piden tragos. Las chicas se hacen un festín gastándolo a Alejandro a causa del Sex on the beach que se pide, alegando que se trata de un “trago de minas”. El episodio fue seguido de varias rondas de tequila.
El resto de la noche es muy confuso. Lo único seguro es que tanto Gustavo y Alejandro como Belén y Daiana se no volvieron juntos a sus casas.
A la mañana siguiente, Belén abre sus ojos y se da cuenta que no recuerda precisiones de la noche que acaba de vivir. “Demasiados tequilas”, murmura. Segundos más tarde, Belén expresa en tono bajo su bronca hacia si misma: “Donde carajo estoy, seguro que me doy vuelta y está el pendejo de turno. Lo voy a abrazar y decirle que la pase genial, el se la va a creer y yo me voy a aguantar para no reírme.” Una hora después, Belén emprendió el regreso a su casa.
En la tarde del sábado posterior, Belén y Daiana se juntaron a tomar mates. Lo sucedido la noche del viernes pasado era tema ineludible de charla, más teniendo en cuenta que Belén empezaba a reconstruir en su mente la secuencia de los hechos:
“Nos sentamos en una mesa, las cervezas iban y venían, y hasta donde puedo recordar la conversación, ese chico Gustavo me idiotizó. Después en el boliche pasó lo que tenía que pasar y nos fuimos a su casa, en la parte linda de Lomas. La verdad que la pasé muy bien. Había piel entre los dos…mucha piel.”
Daiana no pudo ocultar su sorpresa ante lo dicho por su amiga, preguntándole qué le pareció atractivo de Gustavo. La respuesta de Belén dejó más dudas que certezas:
“En realidad no sé bien que pasó, en qué instante lo dejé que me coma la boca. Malditos y benditos tequilas. Lo que recuerdo bien es que en un momento en la cama me dijo que le encantó que haya aparecido en su vida, a lo cuál yo le respondí que también me había gustado conocerlo y que me parecía muy lindo, aliento a tequila de por medio. Ahí nos colgamos hablando, no me acuerdo sobre qué. Tenía una mirada muy fuerte. Sus frases no eran las del pibe promedio, argumentaba todo de una forma extraña. Pero no terminó durmiendo entre mis piernas solo por eso, tenía algo más. Pero no te puedo decir que es ese ‘algo más’, porque en realidad no logró descubrir que es. Con otros pibes te puedo decir que me gustaban físicamente o por su chamuyo, pero en este caso hay otra cosa, que no puedo poner en palabras. Es como que era imperfectamente perfecto. No se.”

Por alguna razón, los ojos de Belén y Daiana se humedecieron rápidamente. Se abrazaron y quedaron en esa posición durante un par de minutos. Después, se empezaron a secar las lágrimas.
-¿No será que ese ‘algo más’ de Gustavo era su buen corazón? -preguntó Daiana.
-Puede ser -respondió tibiamente Belén-. Puede ser el corazón perfecto en el cuerpo equivocado.
-¿No pensás que el corazón perfecto en el cuerpo equivocado le puede traer soluciones a tu vida? –retrucó Daiana-.
-Eso si no lo pruebo no lo puedo saber –respondió Belén-. ¿A vos te parece que me la tendría que jugar?
-Yo no puedo responderte esa pregunta –afirmó Daiana-. Es algo que tenés que hablarlo con vos misma.
A esta altura la cabeza de Belén era una bomba de tiempo. Le resultaba muy difícil dilucidar si las sensaciones que tuvo durante y después de esa noche tenían un sostén real o eran un desvarío cimentado en alcohol. Tras un buen rato de meditación, Belén cambió de pensamiento definitivamente.
-¿Corazón perfecto? ¿Cuerpo equivocado? –dijo Belén en tono irónico-. La verdad Dai, suena muy cursi pero bastante irreal, y la verdad que prefiero la realidad, por más cruel que sea.
Dos sonrisas cómplices desviaron la charla hacia asuntos más triviales. Al fin de semana siguiente, Belén y Daiana volvieron a salir de noche. Fueron a un bar, empezaron a tomar algo, aparecieron dos chicos, empezaron con las preguntas de siempre y así siguió la noche. Al otro día, no fue necesario analizar minuciosamente que sucedió la noche anterior. Más bien, se dedicaron simplemente a reírse de detalles anecdóticos típicos de cualquier noche.
Gustavo, por su parte, se levantó muy tarde el sábado posterior a su “famosa” noche con Belén. El dolor de cabeza provocado por el tequila de la noche anterior no atentó contra la satisfacción provocada por la noche vivida. Al fin y al cabo, noche que se pierde, no se recupera.