lunes, 28 de noviembre de 2011

Malditas vestiduras

Buenos Aires. Últimos días de Noviembre. Temperaturas altas se adueñan de las calles. Basta con estar algunos minutos sin una eficaz defensa ante el calor (llamesé aire acondicionado, ventilador, etcétera) para que la ropa se convierta en una insoportable compañía para nuestra piel. En este contexto, decidí rever Un Perro Andaluz, de Luis Buñuel y Salvador Dalí.

La confluencia de dos sueños fue el motivo original de uno de los cortometrajes más relevantes de la historia del cine. Mientras en el subconsciente de Buñuel una nube tapa la luna al tiempo que una navaja rebana el ojo de una mujer, ocho años después Dalí deposita hormigas en la mano derecha de un ciclista reanimado de una amable mujer. Así, el surrealismo se plasma de manera categórica a través de relaciones asociativas en las que los deseos y las necesidades que salen de nuestras entrañas (significados por el sexo en este caso) se ven reprimidas por las tres grandes cargas que le impone la sociedad occidental al hombre común de la época (el film data de 1929): la iglesia, el ejército y el estado. Tras semejante declaración de principios, no resulta raro que sea la mano derecha la que Buñuel y Dalí hayan decidido habitar de molestos insectos. Malditas vestiduras.



jueves, 22 de septiembre de 2011

Parallel Universe

Domingo. Nueve de la noche. Las luces se apagan, seis tipos (de los cuáles la mayoría de la gente registra solamente a cuatro, quizás tres) se suben al escenario y, sin saludar al público, cuál monarcas, empiezan a tocar. El efecto utilizado sobre la voz del cantante en los versos del primer tema confunde a algunos desprevenidos. Mientras tanto, uno siente que lo que está experimentando con todos sus sentidos no es real, pero no piensa demasiado en ello y se deja llevar por los siguientes cien minutos. Por más que hubiese querido, no podía parar con la locura que le provocaba lo que pasaba arriba del escenario. El cantante me habla de Charlie. Minutos después me doy cuenta que estaba lejos de lo cotidiano, estaba en otro sitio. Miraba a mi alrededor, no podía encontrar a Dani, probablemente se quedó debajo del puente. Me aconsejaron que para fabricar fe me es conveniente deshacerme de mi televisión. Algo de razón tienen, me la pasaba viendo las aventuras de Maggie y Justo a tiempo. ¡Qué desperdicio! Nuestra sangre necesita azúcar, sexo y magia para poder elevarnos. No podemos vivir de los que nos quiere vender Hollywood. A propósito, los tipos llevan un tiempo dando el show de esta noche y consideran pertinente un brevísimo descanso.
Luego del descanso y un pasaje percusivo, el cantante nos ordena bailar como si estuviéramos en un universo paralelo, para sacar la basura terrenal afuera. La descarga es enorme. El nivel de satisfacción, inmenso. El cantante considera que la misión está cumplida y se retira. Minutos después hace lo mismo el resto de la banda. Pasado todo, había que volver a lo terrenal. En el fondo, pienso que ellos de alguna manera me cuidan. Por eso no me dejan estar tanto tiempo en su universo. Para que después la vuelta a donde uno pertenece no sea tan dura.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Ojos Rosas

Eligió salir vestido íntegramente de azul, con la excepción de sus zapatillas blancas. Al llegar a la disco, se encontró con un escenario extraño. El DJ disparaba sonidos provenientes de una flauta sampleada. Las paredes del lugar estaban decoradas con diversas flores que apenas se podían distinguir en la oscuridad de la fiesta.
El juego de luces también provocaba lo suyo. Mientras la mayoría de las féminas parecían tener ojos rosas, el techo del mismo parecía un enorme cielo azul, tan azul como su vestimenta. Esa noche de enero la temperatura era muy alta. La disco parecía un sauna.
Tiempo después, el sonido de flauta sampleada dejó lugar a un tecno con tracción a sangre, donde él dejo su ego en un trago de Gin & Tonic para bailar en forma desenfrenada, alocada…ustedes entenderán. Para algunos sería un goce triste, pero él disfrutaba de olvidarse por un rato de sus campos mentales, con los problemas de cada una de las estancias de responsabilidades, vacíos y anhelos.
En forma confusa, él empezó a sustituir el aroma a humo filtrado con porro típico de estos lugares por otro que en ciertas circunstancias termina siendo mucho más insano, planteo que nuestro protagonista no tenía la capacidad y el deseo de realizar en ese momento.
Este cambio en el principio-guía de su olfato probablemente haya alterado la concatenación de hechos subsiguientes que le tocó vivir. Lo único de lo que hay certezas es que después de una noche tan azul, el amaneció naranja.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Los caminos del viento

Visión 360º. Luz de luna. Sueños interminables. El viento derrocha en caricias mientras la navegación se torna cada vez más profunda. Una mezcla de adrenalina y locura nos alienta a cantarle falta envido y truco a la noche. El mar se calma. El agua es néctar. Las estrellas sonríen rabiosas. El cielo se disfraza en forma empalagosa. Los átomos se contraen. Las pulsaciones aumentan. El eje del planeta se ve alterado por los cambios en su composición material.
Mientras tanto, vos, tan rojo como molesto, te hacés escuchar cada vez más. No me dejás descansar, seguís tu libre albedrío, encajonando al raciocinio con el solo motivo de tu descarada rebeldía.

sábado, 3 de septiembre de 2011

La Generación Dorada

Año 2002. Quién escribe llevaba dos años jugando al básquet, y ya hace rato era una parte importante de mi vida. El mundial se jugaba en Indianápolis, Estados Unidos. Dada su condición de local, el seleccionado estadounidense tomaba en serio la competencia y armaba un equipo NBA. Como era de esperar, en el inicio de la competencia se mostraba como una escuadra demoledora. Argentina, por su parte, con un equipo conformado por unos pocos veteranos y muchos jugadores jóvenes, alteraba victorias y derrotas y avanzaba en la competencia. Después de la victoria en octavos de final (no recuerdo contra quién) me enteraba de la peor noticia. En cuartos nos tocaba el monstruo, el invencible, encima de local: Estados Unidos. Yo (como todos los entendidos del tema en ese momento) ya imaginaba al equipo jugando por el quinto puesto. Pero ocurrió lo impensado. Argentina le ganó a los stars NBA, mostrándoles que al básquet se juega con el corazón y en equipo. Después, en la semifinal contra Alemania (comandada por uno de los mejores jugadores de la última década, Dirk Nowitzki) Manu Ginóbili, nuestro as de espadas, se lesionaba, pero el equipo no decayó y en un partido para el infarto, llegó a la final. La final contra Yugoslavia tampoco fue apta para cardíacos. Sin Manu por lesión, nuestro combinado disputó un reñido partido en el que un polémico fallo de un árbitro griego nos privó de ganar en tiempo reglamentario y nos mandó a un suplementario, donde la categoría de Stojakovic y Bodiroga fue demasiado para nuestra selección, que debió “conformarse” con el segundo puesto.
Quizás el destino quiso que estos jugadores lleguen al Olimpo dos años más tarde, precisamente en los Juegos Olímpicos celebrados en Atenas en 2004. El primer partido fue contra Serbia y Montenegro, es decir, el equipo yugoslavo que nos ganó en la final del 2002. Esa noche Argentina ganó con un doble sobre el final inolvidable de Ginóbili, que tiempo después fue utilizado en un famoso comercial. Pero luego vendrían un par de derrotas en la primera fase, y tras el dure cruce con nuestro archirrival Brasil en cuartos nos volveríamos a cruzar con Estados Unidos. Pero para ese entonces, Manu ya se había acostumbrado a pintarles la cara noche a noche en la NBA (de hecho, ya tenía el primero de los tres anillos de campeón que obtuvo con los San Antonio Spurs) y bajo su comando a Argentina no le tembló el pulso para ganarles de nuevo. La final contra Italia fue una exhibición y así, nació el mote de la Generación Dorada. En ese momento cualquier término quedaba chico. Ver a esos jugadores, con los que uno se había identificado hace rato, colgarse la medalla de oro no tenía precio. Habían hecho historia.
Lejos del conformismo, ellos fueron por más. La semifinal del mundial Japón 2006 la recuerdo como si fuera hoy. Me estaba yendo de vacaciones, por lo cuál la vi desayunando en una estación de servicio en algún pueblo del interior de la provincia (de Bs. As.). Fue un partido palo y palo contra España, y terminamos perdiendo 74-73, porque el aro, el destino o lo que sea no quiso que ese tiro de tres del Chapu Nocioni entre.
En los Juegos Olímpicos de Beijing en el 2008 también se llegó a semifinales, pero con Manu lesionado un aceitado equipo estadounidense (con figuras como Lebron James, por ejemplo) fue demasiado para nuestra selección. Sin embargo, al día siguiente la selección sacó ese juego al que ya estábamos acostumbrados y sacó de la cancha a Lituania, para traernos una nueva medalla.
Hoy, nueve años después de esa primer gran gesta, muchos de esos mismos jugadores están transpirando en Mar del Plata para llegar a los juegos de Londres del año que viene. Pero todo tiene su costo. Algunos de esos jugadores, como Fabricio Oberto y Leo Gutiérrez tienen problemas cardíacos. A mi no me sorprende, porque ellos de verdad dejaron el corazón en la cancha.

martes, 30 de agosto de 2011

Risa certera

Gustavo sonrió seis veces en un día. Vivía mareado en sus propias ideas. Después se puso a escribir:

“Hoy sonreí seis veces. Hace meses que no me pasaba. La primera fue comprensible, uno no pierde el atributo de reírse por cualquier cosa. Las demás fueron el problema. La primera fue un acto reflejo, casi impersonal; siempre me dijeron que mi risa natural parece forzada. Yo estaba en la mía (como de costumbre), me despertaron con un saludo ameno y uno devuelve algo parecido.
A las otras cinco les caben 20 mil suposiciones, si es que existen. Amnesia, vergüenza, inseguridad, vértigo, adrenalina. O podríamos sintetizar estos conceptos y más en la certeza de la finitud y en la certeza de la negación. Una vez le escuché decir a uno de los mejores guitarristas del país que la ‘N’ de ‘no’ tiene dos piernas, por lo cuál podés pasar por abajo y seguir. Lamentablemente, para el común de los mortales (un lugar común de mierda) el espacio suele ser bastante estrecho en ocasiones, en los casos que exista. Por su parte, la evasión de este tipo de cuestiones suele ser tan efectivo como poner un parche berreta en un pantalón lindo, porque el subconsciente no evade nada, y no hay manera de desactivarlo sin desactivarse por completo.”


Gustavo paró de escribir y se dirigió a la cocina. Se hizo un café con leche (que teniendo en cuenta las proporciones del caso debería ser llamado leche con café), volvió a la máquina, redució la pantalla del Word y abrió el Winamp. Buscó el archivo con Sheer Heart Attack de Queen (el disco, no el tema de News of the World), inició la reproducción. Inmediatamente brotó en él una postura del tipo sólo escucho lo que me gusta y salteó los primeros 5 temas del disco, para ir a sus dos canciones predilectas. Tras regocijarse con estos temas (al punto de volcar el café con leche o leche con café) cerró el reproductor y empezó a escribir de vuelta:

“Acabo de escuchar Sheer Heart Attack de Queen. En realidad, escuché los dos temas que me vuelven loco del disco, ‘Now I’m here’ e ‘In the lap of the gods’, que están el medio, seguidos. Es curioso, si uno junta los nombres de estos temas, la traducción podría ser algo como “ahora estoy aquí arrodillado ante los dioses”. Si sumamos al juego el título del disco, compondríamos algo como “es un ataque certero al corazón estar aquí, arrodillado ante los dioses”. En un primer momento esta última frase me causó mucha gracia, debido a mi definido ateísmo. Pero esto debe tener otro significado, porque no me cierran Freddy y compañía cayendo en los estamentos que alguien con una vida bastante más normal como yo no cae. Revisando información, verifiqué que ‘In the lap of the gods’ fue escrita por Freddy, lo cuál me ayudó a llegar una respuesta tentativa: los dioses a los que se refiere Freddy podrían ser el destino, el azar o como cada uno quiera llamarlo; hoy Freddy podría reventar estadios, como Waters y McCartney, y yo tendría que pedir un préstamo para sacar la entrada. Sin embargó, una enfermedad se lo llevó hace más de 19 años, cuando solo tenía 45. Es un ataque certero al corazón estar arrodillado ante el destino, el azar. Ahora si que cierra todo.”

Gustavo guardó el texto y cerró el Word. Se detuvo en una sonrisa fría, pero que denotaba una extraña satisfacción. Se levantó de la silla y se alejó de su computadora. Life still goes on.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Multiple Choice

Ir, volver, cambiar la voz, mirar a los ojos, enfocar un objetivo, dirigirse hacia él; derrochar energías, tiempos, espacios, palabras, sentidos; nadar, correr, secar, humedecer, resetear, backupear; llegar al desierto, llenarlo, ¿con qué?, no sé; deseos, necesidades, sueños, egos, vida; ¿quién se hace cargo de esto?, ¿cómo?, ¿cuándo?; lo mejor: el pasado, ¿seguro?, entonces el futuro ¿cuándo llega?, el presente, ¿dónde está?, buscalo, ¿dónde?, no sé, no en una canción de Lerner, ¿cuándo?, todo el tiempo, ¿cómo?, de múltiples formas…

jueves, 11 de agosto de 2011

Sin Disfraz

Estaría bueno que algún día se terminen los secretos que no son secretos, las instituciones y reglas sociales represivas del instinto animal propio de los humanos. Estaría bueno que vivir intensamente sea bien visto, y no cuestionado. Estaría bueno que ser distinto sea la regla y no la excepción. Estaría bueno que la gente se vuelva adicta a la vida, y no a ninguna otra porquería, del tinte que sea. Estaría bueno un mundo sin gente que la quiere tener más grande que el que tiene al lado. Estaría bueno que el contenido sea más importante que el disfraz.

Dedicado a Gustavo Adrián Cerati

jueves, 21 de julio de 2011

Cosas

Octubre. Él se levantó extrañamente temprano, sin recordar que pasó la noche anterior. Desayunó y salió. La mañana era húmeda, espantosa. No sabía como carajo desempañar el vidrio del auto. De una manera u otra, llegó al consultorio. Sesión semanal de masajes. Relax, nuevas energías. Al salir decidió ir a desayunar de vuelta. Pidió un cortado y un alfajor con avellanas. Se tomó su tiempo para disfrutar del alfajor dejando florecer su espíritu goloso, yendo en contra de las recomendaciones de su médico de cabecera. El sobrepeso lo tiene a mal traer hace años.

Acto seguido, tomó la autopista y salió de la ciudad. El paisaje no tardó en cambiar. Árboles, pasto, mesas de madera, rusticidad al mango; ausencia de progres, retrógrados, críticos, machistas, fascistas y demás intentos de conocedores de los pormenores de la vida: esas cosas que a veces hacen falta. Un par de horas más tarde, se detuvo en uno de esos lugares donde los viajantes paran para picar algo y descansar un rato. Un cigarrillo entró en escena. Dos minutos después, compró jugo en la estación de servicio que estaba al lado de las mesas. Regreso a una de ellas, sacó un táper con lengua a la vinagreta y un paquete de pan lactal. El elixir de las cosas simples y al mismo tiempo el elixir de escapar de la rutina: aquella que asesina a mano descubierta al placer. Ese placer impagable de pensar, hacer y/o decir lo que se le cante, sustentado en la majestuosa certeza de que no haya nadie que, al menos en ese momento, le salga con un martes 13, o lo que sea.

jueves, 30 de junio de 2011

She

Durante meses no paró de llorar, pero nadie pudo ver una lágrima, porque las mismas se perdieron en su propio mar de dolor. No encontraba motivación para despertarse en las mañanas, detestaba el sonido de su celular que hacía las veces de despertador. Las noches en su cama eran eternas y para nada placenteras. Siempre le gustó vagar por la noche sin rumbo, aunque lo más profundo de su subconsciente buscaba algún lugar en el cuál refugiarse, lugar que nunca encontró. Las noches se volvieron más oscuras. Sus sueños se ahogaron. Su alma se desgarró. La soledad se encargó de consumir sus latidos. Su sonrisa se fue tan lejos como sus ganas de vivir.

Las autopsias dirán que ella se quito la vida. Pero a su vida se la habían robado hace rato. La consumación de la muerte solo borró el sufrimiento en su mirar. Habría que preguntarse si alguien pudo detectar su sufrimiento. Habría que preguntarse si alguien pudo realmente conocerla.

viernes, 22 de abril de 2011

Home sweet home

Gustavo vagaba perdido, en algún lugar recóndito del mundo. Bajo la noche oscura y tras una extensa jornada, sus aspiraciones no eran mucho más que algo de comer y un refugio para descansar.
De repente, se encontró con el paisaje nocturno más hermoso que vería en su vida. Dos pequeños faroles celestes iluminaban una delicada y generosa alfombra blanca. La caminata de Gustavo por la senda fue lenta y placentera. Sus pies y su psiquis sentían no tocar el suelo.
De esta manera, llegó a la puerta de una casa negra pero con detalles de pintura que simulaban distintas formas de la naturaleza. No tardó en darse cuenta de que la casa se encontraba inhabitada y con un destornillador se dedicó a falsear la cerradura para ingresar. El procedimiento se extendió por minutos, horas, días, semanas, meses, años…
Finalmente, Gustavo logró ingresar a la casa, cuyo interior combinaba muchas partes negras y algunos detalles en color piel. La casa tenía una sola habitación, pintada en su totalidad en un delicado tono rosa. Se notaba a simple vista la resequedad en todas las paredes de la casa.
Gustavo, extenuado, pareció olvidar el hambre y la sed y se tiró a descansar en la habitación. En los días subsiguientes, se dedicó a pintar la vivienda, pero respetando los colores con los que él se encontró. Estaba claro que ya no pensaba irse de su nuevo hogar.

lunes, 18 de abril de 2011

Cadena asociativa dudosa

La solidaridad es el maquillaje de los intereses del establishment. La Iglesia es parte del establishment. La religión es el paradigma que defiende los intereses de la Iglesia. Las personas que menos creen en su propia cosmovisión son más susceptibles de caer en este paradigma. Las dudas aumentan la susceptibilidad. Las dudas sobre los criterios que rigen el accionar propio dan lugar al maquillaje.

viernes, 8 de abril de 2011

Imperfectamente Perfecta

Viernes. Cinco de la tarde. El plan no era el de todos los viernes. Pero tampoco era algo a lo que Gustavo no estaba acostumbrado.
A las siete se encontró con un amigo en la estación. Tren y subte hasta algún estadio cerrado de la capital. Es un detalle insignificante si tocaba Calle 13 o Divididos. A Gustavo y Alejandro (el amigo de Gustavo) lo que les importaba es transpirar la remerita por dos horas y en una de esas encontrar con quién seguir la noche.
El primer objetivo es cumplido con creces. El segundo, ni por asomo.
El recital termina pasadas las doce de la noche. No hay subtes ni trenes, por lo que un viaje de dos colectivos y más de una hora los espera. Para colmo de males, la espera del primer bondi es de media hora debajo de una intensa lluvia.
Una y algo bajan del primer colectivo. Se dirigen a la parada del colectivo que los dejará en su casa, pero un conocido local de comidas rápidas en la vereda de enfrente es demasiada tentación para sus estómagos. Una vez en el local, piden hamburguesas, papas fritas y gaseosas.
Mientras comen y bañan las papas fritas con mayonesa, Gustavo y Alejandro comentan vicisitudes del recital. A todo esto, el reloj ya marcaba las dos de la mañana y a través de la pared vidriada del local Gus y Ale divisaban más de una silueta interesante. A la tentación de las siluetas se suma la poca frecuencia del transporte público en estos horarios (y los pocos deseos de ambos de dejar parte de su efectivo en la caja de una remisería).
De esta manera, la idea de ir a tomar el colectivo se torna inviable y los muchachos caminan unas pocas cuadras hacia una zona llena de bares. Se meten en uno de ellos y sin perder tiempo, piden la primera cerveza de litro. La primera cerveza fueron dos, tres, etcétera. A partir de este momento, la claridad de nuestro relato es inversamente proporcional a las cervezas que tomaron nuestros protagonistas.
En algún momento de la noche, en la misma que ocupaban Gus y Ale aparecen dos chicas. Empiezan preguntándose cosas del estilo “¿Venís seguido a este bar?”. Con el correr de los minutos y las cervezas, el asunto se pone más interesante.
Gustavo, Alejandro, Belén y Daiana (las chicas) deciden irse del bar y se van a una disco que estaba a unas pocas cuadras. Una vez dentro de la disco, se acercan a la barra y piden tragos. Las chicas se hacen un festín gastándolo a Alejandro a causa del Sex on the beach que se pide, alegando que se trata de un “trago de minas”. El episodio fue seguido de varias rondas de tequila.
El resto de la noche es muy confuso. Lo único seguro es que tanto Gustavo y Alejandro como Belén y Daiana se no volvieron juntos a sus casas.
A la mañana siguiente, Belén abre sus ojos y se da cuenta que no recuerda precisiones de la noche que acaba de vivir. “Demasiados tequilas”, murmura. Segundos más tarde, Belén expresa en tono bajo su bronca hacia si misma: “Donde carajo estoy, seguro que me doy vuelta y está el pendejo de turno. Lo voy a abrazar y decirle que la pase genial, el se la va a creer y yo me voy a aguantar para no reírme.” Una hora después, Belén emprendió el regreso a su casa.
En la tarde del sábado posterior, Belén y Daiana se juntaron a tomar mates. Lo sucedido la noche del viernes pasado era tema ineludible de charla, más teniendo en cuenta que Belén empezaba a reconstruir en su mente la secuencia de los hechos:
“Nos sentamos en una mesa, las cervezas iban y venían, y hasta donde puedo recordar la conversación, ese chico Gustavo me idiotizó. Después en el boliche pasó lo que tenía que pasar y nos fuimos a su casa, en la parte linda de Lomas. La verdad que la pasé muy bien. Había piel entre los dos…mucha piel.”
Daiana no pudo ocultar su sorpresa ante lo dicho por su amiga, preguntándole qué le pareció atractivo de Gustavo. La respuesta de Belén dejó más dudas que certezas:
“En realidad no sé bien que pasó, en qué instante lo dejé que me coma la boca. Malditos y benditos tequilas. Lo que recuerdo bien es que en un momento en la cama me dijo que le encantó que haya aparecido en su vida, a lo cuál yo le respondí que también me había gustado conocerlo y que me parecía muy lindo, aliento a tequila de por medio. Ahí nos colgamos hablando, no me acuerdo sobre qué. Tenía una mirada muy fuerte. Sus frases no eran las del pibe promedio, argumentaba todo de una forma extraña. Pero no terminó durmiendo entre mis piernas solo por eso, tenía algo más. Pero no te puedo decir que es ese ‘algo más’, porque en realidad no logró descubrir que es. Con otros pibes te puedo decir que me gustaban físicamente o por su chamuyo, pero en este caso hay otra cosa, que no puedo poner en palabras. Es como que era imperfectamente perfecto. No se.”

Por alguna razón, los ojos de Belén y Daiana se humedecieron rápidamente. Se abrazaron y quedaron en esa posición durante un par de minutos. Después, se empezaron a secar las lágrimas.
-¿No será que ese ‘algo más’ de Gustavo era su buen corazón? -preguntó Daiana.
-Puede ser -respondió tibiamente Belén-. Puede ser el corazón perfecto en el cuerpo equivocado.
-¿No pensás que el corazón perfecto en el cuerpo equivocado le puede traer soluciones a tu vida? –retrucó Daiana-.
-Eso si no lo pruebo no lo puedo saber –respondió Belén-. ¿A vos te parece que me la tendría que jugar?
-Yo no puedo responderte esa pregunta –afirmó Daiana-. Es algo que tenés que hablarlo con vos misma.
A esta altura la cabeza de Belén era una bomba de tiempo. Le resultaba muy difícil dilucidar si las sensaciones que tuvo durante y después de esa noche tenían un sostén real o eran un desvarío cimentado en alcohol. Tras un buen rato de meditación, Belén cambió de pensamiento definitivamente.
-¿Corazón perfecto? ¿Cuerpo equivocado? –dijo Belén en tono irónico-. La verdad Dai, suena muy cursi pero bastante irreal, y la verdad que prefiero la realidad, por más cruel que sea.
Dos sonrisas cómplices desviaron la charla hacia asuntos más triviales. Al fin de semana siguiente, Belén y Daiana volvieron a salir de noche. Fueron a un bar, empezaron a tomar algo, aparecieron dos chicos, empezaron con las preguntas de siempre y así siguió la noche. Al otro día, no fue necesario analizar minuciosamente que sucedió la noche anterior. Más bien, se dedicaron simplemente a reírse de detalles anecdóticos típicos de cualquier noche.
Gustavo, por su parte, se levantó muy tarde el sábado posterior a su “famosa” noche con Belén. El dolor de cabeza provocado por el tequila de la noche anterior no atentó contra la satisfacción provocada por la noche vivida. Al fin y al cabo, noche que se pierde, no se recupera.